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“Aparato Maravilloso. El Sol de la bandera” Assaf Iglesias

La saga del libro “Aparato Maravilloso. El Sol de la bandera” de Assaf Iglesias editado por Frédérique Bangerter

Assaf Iglesias 

Conocí a Frederique hace poco tiempo. Recuerdo mal fechas y números, pero creo que nos vimos por primera vez en su casa. Me dio un carrete de fotos y yo un barco. En la habitación había pájaros y árboles preciosos, en sus enormes dibujos a carboncillo, dibujos que terminarían siendo parte de un libro. También había libros, muchos.

Habíamos intercambiado correos previamente, y mostraba interés por mi trabajo, algo que no es habitual y a lo que no estoy acostumbrado, aunque los suizos siempre han tenido buen gusto.

Volvimos a vernos tiempo después. Fuimos a ver una exposición y luego bebimos una cerveza mientras dimos comida a unos gorriones. Quiso enseñarme su nueva casa y charlar un rato. De camino compró plantas, y cada uno llevó una. Cuando las volví a ver al cabo de pocos meses habían crecido mucho. El verde.

Me propuso publicar algo, y no pude decir no. A una editorial con ese nombre no se puede decir no. A ella, tampoco. Los pájaros seguían entre nosotros, en su estudio.

“¿Tienes alguna idea? ¿Se te ocurre algo?” Creo que me lo preguntó mientras caminábamos, y creo que alguna idea surgió, aunque un poco loca y muy diferente del resultado final. Acontecimientos posteriores hicieron cambiar el enfoque inicial, y demostraron lo difícil de intentar navegar por dos ríos al mismo tiempo. Siempre estuvo de acuerdo en casi todo. Es muy fácil trabajar con ella, y creo que puede opinar lo mismo de mi, aunque las fechas de entrega, los despistes y ciertos accidentes puedan hacerla dudar.

Frédérique Bangerter/Cabeza de Chorlito

Al comenzar la aventura a mediados de febrero de 2013, éramos dos desconocidos. Dos personas que iban a trabajar juntas, sin tener ni idea el uno del otro. La comunicación fue un tanto humorística. Él era un especialista en llamar en los peores momentos y yo de tener mi teléfono eternamente desconectado. Encontramos una solución: escribirnos. Me habría gustado hacerlo a la vieja usanza, por carta, y estoy segura de que a él también. Pero optamos por los mensajes instantáneos. Aunque aquello, de instantáneo, tan sólo tenía el nombre. Pues si algo tenemos en común, es la maldición de los ordenadores. El suyo se moría y el mío no tenía todas las teclas operativas. Intercambiamos extrañas palabras: querida Sucia, en lugar de querida Suiza… y muchas otras.

Quisimos remediarlo con el Skype. Tengo que decir que no fue el mayor de los aciertos. La primera vez que lo probamos se le incendió la lavadora. Parecía un advertencia del mundo tecnológico. Tras varios intentos lo logramos. Eso sí, sin video y con bastantes cortes e interferencias. Volvimos a los mensajes.

Solucionado a medias el tema de la comunicación, teníamos que empezar a crear el libro. Él me decía que no era nada divo, pero sí obediente y agradecido. Me pareció un anuncio de periódicos semanales. Siempre me sorprendía con sus contestaciones, tintadas de un halo surrealista. Partiendo de esta predisposición, le dije que primero teníamos que soñar el libro y luego hacerlo materia. Me respondió que iba a plantar el sueño en papel, y enviármelo a primeros de la semana siguiente. Corría el mes de julio de 2013. El libro se terminó en abril de 2014. No contábamos con los múltiples imprevistos: una picadura de pez escorpión, una caída por las escaleras… Aquello fue un efecto dominó que le obligó a comprarse una empanada de un kilo y a preparar una marmita entera de arroz para no perder tiempo en cocinar y ponerse a dibujar.

Una vez terminó todo el material, llegó el momento tan esperado de la entrega. Durante esta fase, algunos de sus dibujos se quedaron en el capó de un coche, recobrando su libertad. También tuvo un ataque de nervios en la estación de trenes de Atocha. Pensó que le habían robado la maleta que contenía todos sus dibujos. Finalmente, apareció en el andén de la estación de Oviedo, solitaria e ignorada por todos. Viajó en el siguiente tren.

Durante la última fase, el diseño del libro, no sucedió nada fuera de lo normal. Sí se produjo una lucha libre de tipografía. ¡Qué le vamos hacer!, una es de palo seco y otra de serifa. Tras ponernos de acuerdo, dimos por terminado el libro. Tardamos mas de un año. Siempre me decía que era peor que un parto. Ahora que lo tengo entre mis manos, después de toda una odisea, me queda la satisfacción de gozar de este pequeño tesoro y de una gran amistad. No pedía mucho. Suele suceder cuando al artista con quien trabajo resulta ser un duende que expande su peculiar magia con total entrega. Assaf no es obediente, pero sí divino y agradecido.

Un libro delicado, lleno de incógnitas, compuesto de imágenes y textos. Una historia contada a través de polaroids y dibujos que tienen en común la delicadeza y el amor por los detalles. Un libro que se lee entre líneas. Nada es lo bastante vaporoso. Las imágenes, los textos son pistas para adentrarnos en un relato íntimo del artista. Juegos de palabras, melancolía bellamente triste. El aparato o los aparatos eternamente presentes. Una tela de fondo de un viaje donde nos parece que lo onírico y la dura realidad se funden. Aparato maravilloso. El sol de la bandera, una ventana hacia el planeta de Assaf en forma de libro.

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